El lío de Tomate Basilio
¡Este
puede ser el gran día!”, piensa Tomate Basilio desde hace una semana cada vez
que se despierta en la plantación con el rocío de la madrugada. Basilio vive en
una huerta hermosísima, rodeado de otros tomates y muchas otras verduras y
frutas.
Durante días y días se ha dedicado a tomar el
sol, beber agua y pasarlo pipa con el resto de habitantes de la parcela. Las
cebollas no paran de bromear. Los calabacines, ya se sabe, lo que más les gusta
es la fiesta y la algarabía. ¡En fin!, qué se puede decir de las berenjenas,
con ese ritmo que tienen. O de las judías, que no paran de hablar y contar
historias sobre todos los demás.
Hay
días en la huerta que de puro jaleo y alegría parece que van a despertar a los
vecinos de las casas de al lado. Sobre todo cuando después de un chaparrón,
vuelve a salir el sol; o por las noches, cuando toca riego; o por las mañanas,
cuando todo el mundo se despierta al alba oyendo los quiquiriquí del gallo.
También se monta una buena cuando tras la lluvia salen los caracoles y se
pasean y hacen a las frutas y a las verduras unas cosquillas que no pueden
soportar. Últimamente Basilio está nervioso. Se ha dado cuenta de que ya está
bien grande, rojito por fuera y jugoso por dentro. Es un tomate hecho y derecho. Es hora de
decidir su destino. “¡Ay, soy tan afortunado por ser un tomate y poder
dedicarme a tan hermosas cosas!” piensa Basilio día sí, día también.
—¿A qué voy a dedicarme? ¡Podría hacerme
ketchup, o ensalada, o tomate frito, o tomate de lasaña, o de pizza! Umm no,
quizás de pan con tomate... Ay, qué lío, qué lío. ¿A qué me dedico? Con tantas
dudas finalmente Basilio decide contarles su lío al resto de verduras. —Ay qué
lío, qué lío— grita Basilio. —¿Qué sucede?— le preguntan las verduras
—Estoy
muy confuso, no sé a qué dedicarme. En seguida las berenjenas quieren opinar. —Has de hacerte ketchup. Un tomate tan brillante y glamuroso como tú se merece
destacar, ser admirado en las alacenas de los grandes supermercados, conocido
en las mesas de las hamburgueserías más grandes. ¡Maquillado, vestido, aliñado,
mezclado y optimizado!
Además, la gente que te coma se relamerá los
dedos. —Ay, qué lío, qué lío— exclama Tomate Basilio. —Nosotras sabemos lo que
has de ser— responden raudas las lechugas. —Un tomate tan simpático y amable
como tú debería hacerse ensalada. Vas a conocer a un montón de gente buena y simpática
(lechugas, cebollas, rábanos, aceitunas y otros tomates). Disfrutarás de una
vida sencilla y relajada. Y lo más importante, la gente que te coma se llenará
de vitaminas y salud. —Ay, qué lío, qué lío— suspira Tomate Basilio.
—¡No, no y no!— opinan los calabacines. —Un
tomate tan decidido como tú puede lograr lo que se proponga. Lo que tienes que
hacer es conseguir ser un tomate concentrado. Vivirás experiencias inigualables
pasando por numerosas máquinas que te mezclarán, potenciarán y espachurrarán
hasta que sólo quede lo mejor de ti. Si te esfuerzas muchísimo podrías acabar
siendo el tomate de una lasaña precocinada, o mejor aún, ¡de una pizza
ultracongelada! Además la gente que te
coma se llenará rápido y así tendrá más tiempo para ir a trabajar. —Ay qué lío,
que lío— llora Tomate Basilio. —¡ketchup, ensalada, pizza, lasaña, pan con
tomate! — exclaman las judías revolucionando a toda la huerta.
Tras
mucho pensar, Basilio decide que se merece una vida de fama y lujos, y cuando
lo vienen a recoger se mete en la cesta que va para la fábrica de ketchup. La
excitación y alegría de Basilio dura bastante, mientras le añaden productos
químicos para darle más sabor, más color, más consistencia, más duración, y
mientras lo masajean, estrujan, moldean. Es verdad que algunos de los aditivos
que le echan huelen bastante mal y que tanto masaje le pone un poco nervioso,
pero cuando sale del proceso está increíblemente brillante y glamuroso en su
bote de plástico rojo. Es verdad que algunas veces le entran dudas pues piensa:
“¿Es que yo antes era un desastre? ¿Mi sabor, mi color, mi consistencia eran
malas? ¿Por qué me han cambiado tanto?” Pero no se deja amilanar por las dudas
y levanta bien la cabeza para que las familias llenen sus hamburguesas de
ketchup. Sin embargo, tras estar en la hamburguesería Basilio se siente
agotado, mayor, sucio... Echa de menos su antigua forma, y además empieza a
fijarse en lo poco saludable que resulta para las familias comer ese ketchup
lleno de colorantes, conservantes y potenciadores del sabor... “¡Qué pena! En
realidad nadie se está beneficiando de todas mis vitaminas, y encima este sabor
tan raro no soy yo de verdad. ¿Me habré equivocado en mi decisión? Basilio
decide que lo que más le apetece es una vida tranquila y sencilla, y cuando lo
vienen a recoger se mete en la cesta que va para el mercado del pueblo.

Tras
media hora en un camión lo colocan en unas cestas junto a otras verduras de su
huerta y otras huertas cercanas. Hay un ambiente muy dicharachero, todas las
verduras haciendo bromas y poniendo su mejor cara cuando las familias se
acercan a comprar. A media mañana un señor elije a Basilio, junto con otro
montón de cebollas, pepinos, tomates… y los coloca en la cesta de su bicicleta.
El viaje es fenomenal. ¡Nunca había disfrutado tanto Basilio del paisaje y
traqueteo de los caminos! Al llegar a casa el señor corta todas las verduras en
trozos y las aliña con un aceite de lo más cariñoso y una sal bien chistosa.
Cuando llega toda la familia y se sientan a comer en el porche de fuera de la
casa, Basilio no puede sentirse más orgulloso de la decisión que ha tomado. Los
comensales se chupan los dedos y no paran de decir lo rico que sabe todo, y
cuando después se ponen a jugar, Basilio sabe que todas las vitaminas y
nutrientes que él sacó del sol y la lluvia están verdaderamente bien
aprovechados.
Tras
mucho pensar Basilio decide que va a intentar esforzarse al máximo, y cuando lo
vienen a recoger se mete en la caja que va para la fábrica de tomate
concentrado. El viaje es bastante incómodo, van todos apretados y los
transportistas tienen mucha prisa y no son demasiado simpáticos. Una vez en la
fábrica, los dejan un montón de horas olvidados en un rincón, y cuando los
cogen otra vez aquello parece un parque de atracciones. Basilio pasa por más de
veinte toboganes y ruedas giratorias donde cada vez le exprimen más y más,
tanto que ya no sabe ni donde esta.
Llega un momento que aquello ya no es nada
divertido, pero Basilio se anima pensando en lo estupendo que va a ser todo
luego. Una vez que ya está bien concentrado le añaden un montón de ingredientes
raros, muchos de ellos productos químicos para que su sabor, su olor y su color
sean más fuertes y para que dure mucho tiempo sin ponerse malo. Después de
mucho rato Basilio se queda dormido de aburrimiento. Se despierta helado de
frío en una pizza ultracongelada rodeado de otros ingredientes que, como él,
están agotados después de todo lo que les han hecho. A Basilio no le queda ni
un poquito de alegría… y de las vitaminas ¡mejor ni hablar! “Espero que quien
me coma se quede muy contento, porque la verdad... no creo que saque nada bueno
de mí. ¡Qué pena! ¿Me habré equivocado de decisión?”, piensa Basilio.
Preguntas:
¿Cuál de las tres opciones ha dejado más
contento a Basilio? ¿Por qué?
¿Qué hubierais hecho usted si fuera Basilio?
¿Qué diferencias existen en los distintos
productos en los que acaba transformado Basilio?
¿De los tres alimentos, cuál es el más
saludable? ¿Por qué?
¿Conoces la importancia de una alimentación
saludable para el bienestar de su salud?
¿Cuáles beneficios nutricionales se
obtiene de los productos naturales en relación con los alimentos procesados?